martes, 20 de abril de 2010

Sentencia

ESTAMOS TOTAMENTE INDIGNADOS...Y MUCHAS COSAS MAS.
17,30 HS FUE LA SENTENCIA,
A LAS 18,30HS SE RETIRO EL JUEZ ROZANSKI APLAUDIDO.
A LAS 20.30HS SE RETIRARON EN AUTOS DE LA POLICIA CUSTODIADOS POR 47 POLICIAS DE LA FEDERAL, SERVICIO PENITENCIARIO.
LOS JUECES JARAZO Y ESMORIS, EN LOS AUTOS QUE SALIERON EN CONTRAMANO.....

UN ABRAZO PARA TODOS


Absolución y perpetua a los militares acusados


En un veredicto dividido, que valió el repudio del público presente en la sala, el tribunal liberó de todos los cargos al coronel Duret y condenó a prisión perpetua al general Mansilla. La querella acudirá a casación.


En un fallo muy controvertido el tribunal oral federal integrado por los doctores Nelson Javier Jarazo, Alejandro Esmoris y Carlos Rosansky decidió absolver al coronel Alejandro Guillermo Duret (56) y condenar a prisión perpetua a general retirado Pedro Pablo Mansilla (77). En el exterior del recinto, donde alrededor de un centenar de manifestantes se había convocado para escuchar la sentencia, se produjeron incidentes.

Alrededor de las 17:30 de ayer, con la sala del juzgado colmada de público, ingresaron los miembros del tribunal para dar lectura al fallo luego de más de un mes de comenzado el juicio oral y público por el secuestro, tortura y posterior asesinato del Carlos Alberto Labolita (26), militante de la Juventud Peronista de Las Flores, desaparecido el 25 de abril de 1976.


La lectura comenzó anunciando la condena, por unanimidad, a Pedro Pablo Mansilla por ser coautor de los delitos de privación ilegal de la libertad agravada -por haber sido cometida bajo violencia física sobre la persona- y de los delitos de imposición de tormentos agravados –en virtud de tratarse de un perseguido político- y homicidio calificado por alevosía, a la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua. En este primer punto surgió la primer diferencia entre los magistrados ya que Rosansky falló en disidencia parcial por considerar que el acusado era merecedor de reclusión perpetua.


Sin embargo, ese detalle no sería el único en causar diferencias en el tribunal. El punto dos de la sentencia, que anuncia la continuidad de la prisión domiciliaria que viene cumpliendo a la fecha el acusado, fue el primero de los puntos en disidencia completa para el juez mencionado.


Sin embargo, sería la absolución de Duret por considerarlo inocente de todos los delitos mencionados anteriormente, lo que congeló el paso del tiempo en el recinto hasta estallar en un repudio generalizado cuando se anunció la inmediata libertad de Duret de la Unidad Penal 44 de Batán.

Insultos, indignación, llantos, abucheos, la mirada incrédula de muchos que sintieron el revés de la justicia. El presidente del tribunal, inmutable, llamó a silencio para continuar la lectura del fallo que, para la mayoría ya había terminado.


El siguiente punto anunciaba que se disponía extraer el testimonio de las actas de debate correspondientes a las declaraciones testimoniales del subinspector Jorge Omar Pastorini –efectivo de la policía bonaerense que participó en la detención de Labolita- y Jorge Mario Sanguín –también efectivo policial que participó en la detención, pero que llamativamente “no recordó haberlo hecho”- y que junto a los fundamentos de la sentencia sean remitidos al juzgado federal de Azul a los efectos de que investiguen la posible comisión de delitos.


Por último, se fijó una última audiencia para el quinto día hábil posterior a la feria judicial a las 10 horas momento en el que se darán a conocer los argumentos de la sentencia que sustenta el fallo.


Cabe aclarar que el juez Carlos Rosansky falló en disidencia parcial en el punto de la sentencia que dicta la prisión perpetua a Mansilla –proponiendo reclusión perpetua- y en total discrepancia en lo que respecta, tanto a la continuidad de la prisión domiciliaria de éste, como a los puntos donde se absuelve a Duret. Por su parte Nelson Jarazo y Alejandro Esmoris, los dos miembros del tribunal que conformaron la mayoría que posibilitó la liberación de Duret, tuvieron que retirarse de juzgado cubiertos por escudos hasta llegar a una camioneta que, rápidamente, se los llevó a contramano por Av. Luro. El repudio fue realizado por un grupo de militantes políticos y sociales que esperaron el fallo en la puerta del tribunal. Apenas se conoció la sentencia, también arrojaron piedras contra el frente del edificio.


Parte de la indignación se basa en que la sentencia, marca un precedente preocupante respecto de cómo se evalúan los elementos de prueba expuestos en cada una de las audiencias.


“Vamos a recurrir el fallo”


Ante la pregunta necesaria de cómo la fiscalía tomaba el fallo, el fiscal Daniel Adler sólo contestó con dos palabras: “vamos a recurrir”.


La siguiente instancia -que será aproximadamente dentro de un año- a donde se llevará el fallo es al tribunal de casación. Allí, se podrán tomar dos caminos: una de las posibilidades es que el tribunal superior ordene realizar un nuevo juicio, mientras que la otra podría ser que se revoque y se establezca una nueva sentencia.


Por su parte el abogado representante de la familia Labolita, Cesar Sivo, se mostró muy disconforme con el fallo y sostuvo que mientras se pasa el tiempo hasta que llegue la instancia superior se seguirá trabajando en el resto de las causas en las que Duret aparece como imputado para tratar de garantizar que vuelva a la cárcel. Además, sentenció que se intentará revertir el fallo en el tribunal superior.


Lesa humanidad vs. delito común.


“Hablar de que éstos son delitos de lesa humanidad no es un eslogan”, remarcó César Sivo una vez concluida la audiencia de lectura del fallo. La aclaración le pareció pertinente ya que evalúa que un sector del tribunal tomó posición analizando el caso Labolita como si fuera un delito común. “Acá lo que hubo fue un plan sistemático de exterminio contra la población civil. Si se analiza de esta manera las cosas se entienden de otra forma y entonces, es mucho más fácil resolver responsabilidades”, agregó el querellante que puntualizó en algunos pasajes de la defensa de Duret en los cuales hablaban como si fuera un delito común “no hay nadie que lo haya visto”, argumentaban como elemento probatorio de la inocencia de Duret cuando lo que justamente buscaban –según expresó Sivo- era la impunidad. “El sistema represivo estaba armado con garantías de impunidad. Ese era el juego, por eso la capucha, por eso la clandestinidad, por eso operaban ilegalmente, por eso salían con autos de civil, usaban pelucas; por eso hacían todo lo que hacían, porque estaban tratando de garantizar la impunidad” finalizó.


Respecto del trabajo de la querella, el abogado marcó que fue lo suficientemente contundente como para lograr un fallo favorable. Sin embargo, expresó que en los tiempos de alegatos la defensa fue limitada a dos horas y media por el tribunal siendo que el propio Sivo adelantó que necesitaba, como mínimo, cinco horas para poder exponer todos los puntos de análisis probatorio. “Nosotros sabíamos como iba a jugar la defensa al tratar de marcar pequeñas contradicciones, que son irrelevantes, pero son contradicciones al fin”. Sin embargo recalcó que la fiscalía en su exposición reforzó lo expresado por Sivo consolidando una acusación sólida.


Las palabras finales del abogado de la familia Labolita fueron contundentes: “Vamos a seguir trabajando en esto, en contra de la impunidad, manteniendo la memoria, en busca de la verdad y que se haga justicia”.


Comienza JUicio por Caso Labolita

Dos represores rinden cuentas

Los Represores con sus abogados (Foto Marcelo Nuñez)

A un tercio de siglo de los hechos y un lustro de la reapertura de las causas, el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata comenzará a juzgar mañana al general de brigada Pedro Pablo Mansilla y al coronel Alejandro Guillermo Duret. Están acusados por el secuestro, las torturas y el asesinato en 1976 de Carlos Alberto Labolita, militante de la Juventud Peronista visto por última vez en el centro clandestino que funcionó en el Grupo de Artillería Blindado 1 de Azul. Será el tercer juicio por delitos de lesa humanidad de la provincia de Buenos Aires, donde sólo fueron condenados Miguel Etchecolatz y el sacerdote en actividad Christian von Wernich.

Oriundo de Las Flores, Labolita tenía 23 años, estudiaba Sociología en la Universidad de La Plata y trabajaba en la petroquímica de Berazategui. Se había casado tres años antes con Gladis D’Alessandro. En los meses previos al golpe de Estado, por razones de seguridad, abandonaron su departamento y se alojaron en la casa de los santacruceños Néstor Kirchner y Cristina Fernández. “Después de un tiempo, nos fuimos a una pensión hasta el 24 de marzo. Ahí cada uno salió como pudo”, recordó Gladis ante Página/12.

El día del golpe, la policía detuvo a Carlos Labolita padre, docente y militante socialista, que padecería la cárcel durante cuatro años. Un mes después, a pesar del peligro, su hijo decidió volver. “Yo no estaba de acuerdo pero, como siempre, lo acompañé. Las Flores es un pueblo chico, circulan muchas historias, éramos militantes y se corría un gran riesgo. Carlos quiso ver a su madre y a sus hermanas, saber qué pasaba con su padre. Era difícil medir los riesgos en ese momento. Llegamos a la casa y en menos de media hora apareció la policía”, contó Gladis.

Fue el 25 de abril de 1976 a la madrugada. El comisario Aníbal Lista declaró que el teniente coronel Mansilla, jefe del Grupo de Artillería, consideraba a Labolita un “elemento subversivo” y le dio “expresas instrucciones” para capturarlo. En la comisaría dejaron constancia de que el detenido quedaba “a disposición del área militar 125”, que conducía Mansilla e incluía a Tandil, Azul y Olavarría. Dos días después, el 27 a la mañana, la policía lo entregó en la oficina de inteligencia del regimiento. Lo recibió el teniente Duret, alias “Porra”, quien se negó a entregar constancia del ingreso. En presencia de los policías, le pusieron una capucha negra.
En la madrugada del 1º de mayo, un grupo de tareas de civil, a cara descubierta y con borceguíes militares, allanó la casa de la familia. “Trajeron a Carlos torturado, encapuchado, descalzo, con las manos atadas. Me encerraron con él en la cocina.

Buscaban una valija, direcciones. Carlos les decía que yo no tenía nada que ver”, recordó Gladis. “Hace cinco días que estoy en la parrilla”, alcanzó a contarle su compañero. Apenas podía caminar. Los ocho miembros de la patota, incluido Duret, destruyeron bibliotecas, muebles, teléfonos, dieron vuelta la casa. Decían buscar “la valija verde con los fierros”, que no encontraron. Se llevaron a Gladis, la hicieron dar varias vueltas, la cabeza contra el piso de un auto, hasta que la abandonaron.
Sobrevivientes del centro de detención del cuartel de Azul contaron que fueron interrogados sobre Labolita. “A ése ya lo tenemos”, confesó un torturador. “Aquí se entra solo, y sólo Dios te ayuda a salir”, explicaba una inscripción que un ex cautivo vio desde la mirilla de su calabozo. Cuando Gladis fue con su madre a pedir por su esposo, Mansilla las maltrató y dijo que lo habían liberado. No negó su paso por el cuartel.

Con el retorno de la democracia, el juez federal de Azul, Jorge Ferro, avanzó en la instrucción de las causas, hasta que se declaró incompetente y envió el expediente el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Las leyes de Raúl Alfonsín implicaron para los militares veinte años de impunidad. En 1994, el nombre de Duret reapareció como jefe del Grupo de Artillería de Neuquén, donde fue asesinado el soldado Omar Carrasco. En 2000, los organismos de derechos humanos impugnaron su ascenso en el Senado. Al año, con el visto bueno de Fernando de la Rúa, se convirtió en coronel.
La causa Labolita se reabrió en 2004, impulsada por su familia y por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, que reclamó al juez federal Juan José Comparato investigar los delitos de lesa humanidad en el ex área militar 123. En diciembre de 2005, a casi tres décadas del crimen, el juez citó a los represores, que se negaron a declarar. El pintoresco Duret, entonces en actividad, concurrió al juzgado con el uniforme verde oliva que no usaba en las madrugadas de 1976. Se retiró con esposas rumbo a la cárcel de encausados de Campo de Mayo, hoy Unidad 34 del Servicio Penitenciario Federal, donde aún pasa sus días el militar de 56 años. El general Mansilla, de 77 años, goza de arresto domiciliario en su departamento de Dorrego 2699, Capital Federal.


Los jueces y los abogados


Como la Cámara Federal de Mar del Plata apartó a los miembros del Tribunal Oral local con el argumento de que le tomaron declaración a Carlos Labolita padre durante el Juicio por la Verdad, el TOF estará integrado por tres jueces de La Plata: Alejandro Esmoris, Carlos Rozansky (presidente del TOF-2 que condenó a reclusión perpetua a Etchecolatz y a Von Wernich) y Nelson Jarazo (presidente del TOF-1 que en 2004 condenó a Etchecolatz y a Jorge Bergés a siete años de prisión por sustituir la identidad y falsificar la partida de nacimiento de Carmen Sanz, hija de desaparecidos). La acusación estará a cargo del fiscal federal Daniel Adler, del abogado en representación de la familia y de Silvana Rivas.

El general Mansilla será asistido por el defensor oficial Gadea Dorronsoro y Paula Muniagurria. El coronel Duret, por los abogados privados Gerardo Ibáñez y Eduardo Sinforano San Emeterio, ex agente de la SIDE que durante la dictadura custodiaba al jefe del centro clandestino Automotores Orletti. San Emeterio descolló durante el primer juicio por crímenes de lesa humanidad en Corrientes, donde obtuvo una condena a reclusión perpetua para el coronel Julio Barreiro y de 25 años de prisión para el capitán Juan Carlos De Marchi.

Audiencia 1

Caso Labolita: Audiencia 1

Con un pedido de "nulidad de todo lo actuado" por parte de los abogados defensores y con la solicitud de revocación del arresto domiciliario para uno de los imputados, comenzó ayer el juicio por el secuestro, las torturas y la desaparición en 1976 de Carlos Alberto Labolita militante de la Juventud Peronista (JP) cuyo destino final fue el centro clandestino que funcionó en el Grupo de Artillería Blindado 1 de Azul.

La sala del tribunal Oral federal 1 (TOF) estuvo colmada en la primera audiencia. Organismos de derechos humanos, funcionarios de la Secretaria de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires y de la nación, periodistas, familiares de la víctima y de los acusados y oportunistas en campaña electoral colmaron la sala del tribunal Oral federal 1 (TOF) en la primera audiencia del debate que juzga al general de brigada retirado Pedro Pablo Mansilla y al coronel Alejandro Guillermo Duret.


Los imputados ingresaron a la sala minutos antes de las 10. Fueron ubicados junto a sus defensores detrás de una valla de seguridad y custodiados por personal de la policía federal. Frente a ellos se ubicó la querella , el representante de la Secretaría de DD.HH, y el fiscal federal general Daniel Adler. Detrás de ellos, estaban sentados Carlos Labolita padre y Gladis D’ Alessandro de Labolita, esposa de la víctima.
Luego de la lectura de los fundamentos de la elevación a juicio que se extendió hasta pasadas las 15, el tribunal conformado por tres jueces de La Plata, Alejandro Esmoris, Carlos Rozansky y Nelson Jarazo anunció la apertura del debate. El primero en tomar la palabra para exponer las presentaciones incidentales fue Eduardo San Emeterio, defensor de Duret. Como era de esperarse el abogado solicitó la "nulidad de todo lo actuado" basándose en el pedido de recusación que pesa sobre uno de los miembros del tribunal cuyo fallo fue apelado en la cámara de casación.

San Emeterio -ex agente de la SIDE que durante la última dictadura militar custodiaba al jefe del centro clandestino Automotores Orletti, general Otto Paladino-, argumentó que a raíz del fallo pendiente de la cámara de casación en relación a la recusación del juez Carlos Ronzansky, el tribunal debería haberse abstenido de iniciar el juicio. "En caso de que se diera lugar al pedido de recusación lo actuado hasta el momento quedaría nulo de toda nulidad", enfatizó el abogado. Además completó aduciendo, que si casación también rechazara la medida, la defensa tiene la alternativa de la Suprema Corte.

Una vieja discusión que mantuvo con Rozansky en el 2001, fue otro de los argumentos del abogado de Duret para solicitar la nulidad del juicio. San Emeterio explicó que en 2001 denunció al juez platense por prevaricato y abuso de autoridad y que por tal motivo solicitaba la recusación.
El abogado de Mansilla, el defensor oficial Gritzko Gadea Dorronsoro, apoyó el pedido de nulidad de todo lo actuado solicitado por San Emeterio. Además entendió que hubo errores procesales y en el caso de que el tribunal diera lugar al planteo pidió la inmediata libertad de su cliente, quien se encuentra bajo arresto domiciliario desde el 2005.

Otro de los argumentos de Gadea Dorronsoro fue la inconstitucionalidad de la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida por parte del poder legislativo y el vencimiento de los "plazos razonables" en que debe ser juzgada una persona según los tratados internacionales. A esto sumó los más de 30 años que pasaron desde la comisión de los delitos que se le imputan a su cliente y que según, el abogado, contradice las leyes nacionales e internacionales.
Después de un cuarto intermedio de una hora y media, a las 18 se retomó la audiencia con las presentaciones de la querella y la fiscalía.

Tanto el representante de la familia Labolita como el fiscal Daniel Adler coincidieron en solicitar al tribunal que multe y arbitre ante el colegio de abogados que corresponda, una sanción para el abogado San Emeterio por considerar el pedido de recusación al juez Rozansky como una maniobra dilatoria. Adler argumentó que el abogado no tendría que haber tomado la defensa de Duret a sabiendas que tenía una enemistad manifiesta con uno de los integrantes del tribunal.
Por su parte el abogado Cesar Sivo solicitó la revocación del arresto domiciliario de Mansilla aduciendo que los partes médicos realizados por el patronato de liberados no registraban un agravamiento de la enfermedad del imputado sino todo lo contrario. En principio, el requerimiento fue rechazado por el presidente del tribunal, quien argumentó que esta instancia no es la apropiada para dicha solicitud.

Adler insistió con el pedido de la querella y replicó diciendo que la audiencia preliminar era la instancia propicia para solicitar la revocación del arresto domiciliario. Por tal motivo, el tribunal decidió pasar a un cuarto intermedio hasta mañana (jueves) a las 10 para resolver si da lugar a la solicitud de la querella y la fiscalía.

Audiencia 2

Caso Labolita: Audiencia 2
(28 de mayo 2009)

Los dos represores imputados por el secuestro, torturas y desaparición del militante peronista Carlos Labolita, detenido ilegalmente en Las Flores en abril de 1976, se negaron ayer a prestar declaración. Además, el tribunal integrado por los jueces Alejandro Esmoris, Carlos Rozanski y Nelson Jarazo, rechazó el pedido de nulidad del proceso formulado por los abogados defensores y dispuso pasar a cuarto intermedio hasta el próximo jueves, cuando comenzarán las declaraciones testimoniales.

El coronel Alejandro Guillermo Duret, de 56 años, se puso de pie, se abrochó el saco y con paso militar caminó hasta el banquillo frente al estrado. Después de escuchar los delitos que se le imputan – coautor de privación ilegitima de la libertad agravada, y participe primario de la imposición de tormentos agravados por tratarse de un perseguido político y homicidio calificado por ensañamiento y alevosía- se amparó en el derecho constitucional de negarse a declarar por el momento.

El general retirado Pedro Pablo Mansilla, de 77 a
ños, se amparó en el mismo derecho y el tribunal procedió a leer las declaraciones que ambos imputados realizaron en primera instancia.
El 15 de diciembre del 2005, los dos militares se negaron a declarar ante el juez federal de Azul Juan José Comparato. Duret hizo una presentación espontánea en la cual negó estar al tanto de lo ocurrido con Carlos Labolita. Por su parte, Mansilla presentó un escrito en el cual rechazaba las imputaciones considerando como una "farsa retrotraer las investigaciones de hechos ocurridos hace más de 30 años y en el marco de una situación muy particular, de una guerra subversiva". Ese mismo día fueron detenidos.

A la segunda audiencia del debate oral y público asistió el fiscal coordinador de Derechos Humanos de la Procuración General de la Nación, Jorge Auat, quien solicitó al tribunal que las declaraciones realizadas en primera instancia por los imputados sean incorporadas al proceso como prueba documental o como declaración indagatoria. "Nosotros decimos o es indagatoria y en ese caso tiene que incorporarse, porque si los imputados se niegan a declarar se incorpora al proceso lo dicho en primera instancia o bien le tiene que dar tratamiento de prueba documental porque sino nos quedamos sin ese elemento para incluir en el proceso", argumentó, el jefe de los fiscales federales.

El próximo jueves, cuando se reanuden las audiencias, el tribunal deberá resolver sobre el pedido de la querella y el ministerio público fiscal.
Por otra parte, quedó pendiente de resolución el pedido formulado por la querella para que el arresto domiciliario que beneficia a Mansilla se transforme en prisión efectiva. Los jueces decidieron que ese requerimiento vaya en un incidente por separado de lo que es el juicio oral.
El abogado de la familia Labolita, expuso oralmente los argumentos por los cuales debería revocarse el arresto domiciliario del ex jefe de la zona militar 125. Entre otras cosas mencionó que en ningún otro país del mundo los imputados por delitos de lesa humanidad se encuentran bajo arresto domiciliario. "Sin importar la edad, todos se encuentran encarcelados en una prisión", expresó el querellante.

Además, basándose en los informes médicos confeccionados por el patronato de liberados, aseguró que el estado de salud de Mansilla ha evolucionado cada año y que no hay razón de índole humanitaria para que permanezca en su casa. Por último, citó los casos del comisario Miguel Etchecolazt y del cura Von Wernich, ambos condenados por crímenes de lesa humanidad, a quienes el tribunal que los juzgó les revocó el arresto domiciliario en la primera etapa del debate oral.

El juicio continúa

La audiencia anunciada para las diez de la mañana comenzó minutos antes de las 12. En primer lugar, la secretaria del Tribunal Oral Federal 1 leyó la resolución de los jueces ante las presentaciones de los abogados Eduardo San Emeterio y Gritzko Gadea Dorronsoro, defensores de Alejandro Duret y Pedro Pablo Mansilla respectivamente.

En la primera audiencia los abogados argumentaron que los "plazos razonables" para juzgar a una persona habían sido violados ya que las leyes estipulan un tiempo de dos años -como máximo-, en los que un imputado puede estar privado de su libertad sin sentencia firme. En este sentido, el tribunal entendió que el factor tiempo se conjuga con otros factores como el interés legitimo. Quien alega la violación del plazo razonable no tiene que haber contribuido a que el plazo se exceda y -en este caso-, todos los planteos dilatorios fueron de las defensas y no de la querella.

Con respecto a la presentación de San Emeterio, abogado de Duret, quien adujo que el tribunal debió abstenerse de iniciar el proceso teniendo en cuenta que el juez Carlos Rozansky fue recusado y el fallo se encuentra pendiente en la cámara de Casación penal, el tribunal resolvió que no existe perjuicio alguno para los imputados y que el debate puede continuar con el tribunal designado desde un principio.


Por último, el tribunal determinó que la recusación al juez Rosanzky por haber tenido una presunta pelea personal con el abogado San Emeterio, es improcedente. Las únicas cuestiones personales que puede tenerse en cuenta son aquellas en relación al imputado o a las víctimas, y no a los defensores técnicos, argumentaron los jueces Jarazo y Esmoris.

Por otro lado, el abogado de Duret estaba en conocimiento que Rozansky integraba el tribunal y a pesar de tener una enemistad manifiesta con el juez, aceptó el caso.
Las audiencias se retomaran el próximo jueves cuando comiencen las declaraciones testimoniales, entre ellos, los familiares de Carlos labolita.



Audiencia 3

Caso Labolita : Audiencia 3

Gladis D'Alessandro, declaró ayer en el juicio oral que se le sigue al general retirado Pedro Mansilla (77) y al coronel Alejandro Duret (56) por el secuestro, las torturas y la desaparición de su marido, el militante peronista Carlos Alberto Labolita secuestrado en Las Flores en abril de 1976. Fuentes extraoficiales informaron que para la audiencia de hoy se espera la presencia del ex presidente Néstor Kirchner, quien fuera compañero de militancia de Labolita.

Después de 33 años de espera ingresó al tribunal por una de las puertas del costado. Con una carpeta repleta de recuerdos de sus marido, Gladis D’ Alessandro se sentó frente a los jueces y juró decir la verdad.

La mujer, de 60 años realizó un pormenorizado relato de los hechos y de su relación con Labolita, ante el Tribunal Federal "Ad Hoc" de Mar del Plata, integrado por los jueces platenses Alejandro Esmoris, Nelson Jarazo y Carlos Rozansky.

Labolita fue detenido ilegalmente por policías bonaerenses el 25 de abril de 1976. Gladis contó que un grupo de policías se llevó a Carlos a los pocos minutos que llegaron a Las Flores y que el comisario Aníbal Lista, le dijo a su suegra que se lo llevaban por orden del teniente general del ejército Pedro Mansilla, uno de los imputados.

Dos días después de la detención, a Gladis le informan que Carlos fue trasladado al Grupo de Artillería Blindado 1 de Azul. La mujer relató que fue hasta allí para llevarle cigarrillos y un pantalón a su marido pero no pude verlo.

El primero de mayo a la madrugada Gladis dormía en la habitación de sus cuñadas en la casa de sus suegros cuando un grupo de personas de civil, armadas y calzadas con botas militares la despiertan a los golpes y de los pelos la llevan hasta la cocina. “Otro grupo lo ingresa a Carlos esposado, encapuchado, descalzo y con los pantalones que yo le había llevado el día anterior”, recordó la mujer.

"Hace cinco días que me tienen en 'la parrilla'", refirió la mujer que le alcanzó a decir esa madrugada su esposo, quien estaba esposado a la espalda "y con terribles signos de haber sido torturado", dijo. Los militares buscaban una libreta con direcciones y una valija llena de armas que nunca existieron.

Gladis señaló que en el grupo había "joven rubio y alto que estaba parado en el comedor y era que daba las ordenes”. Consultada por uno de los abogados querellantes, la mujer respondió: “Yo deduzco que era Duret, porque mi suegra (ya fallecida) dijo que era Duret, el mismo que encabezó el operativo de detención del padre de Carlos" un docente y gremialista detenido ilegalmente el 24 de marzo de 1976 y liberado en 1980.

Los militares se llevaron a Carlos y a Gladis en dos autos distintos. Por más de tres horas estuvieron dando vueltas por Las Flores. “En un momento el auto en que me llevaban se detiene y siento que el otro auto en el iba Carlos siguió de largo. Esa fue la última vez que lo vi a Carlos”, relató la testigo.

Gladis fue abandonada en una calle y sufrió varios simulacros de fusilamiento. Una voz le dijo que se quedara ahí hasta que no escuchara más ruidos. Después volvió a la casa de sus suegros.

La mujer dijo que Carlos Labolita comenzó a militar en La Plata cuando se fue a estudiar sociología. Comenzó en el peronismo de base y luego en la facultad pasó a la Juventud Universitaria Peronista. Al poco tiempo pasó a Montoneros pero en 1975 se fue porque no estaba de acuerdo con la estrategia de pasar a la clandestinidad y a la lucha armada.

Durante su relato, D’Alessandro se refirió a los años que vivió junto a Carlos en La Plata y se refirió al ex presidente Néstor Kirchner y a su esposa, la actual Presidenta de la Nación Cristina Fernández, quienes fueron amigos y compañeros de militancia.

El derrotero para encontrar a Carlos Labolita fue intenso e inútil. Tanto Gladis como su suegra fueron a ver a Mansilla al Regimiento de Azul, pero nunca obtuvieron una respuesta. "Nos maltrato, nos dijo que nosotros sabíamos en qué andaba mi esposo", señaló la mujer.

Recién en 1979, un juez les aceptó un habeas corpus. La mamá de Carlos, una mujer muy creyente, intentó que la Iglesia le tendiera una mano pero nunca les brindó ayuda. “En el pueblo éramos ‘leprosos’ la gente no quería hablarnos. Habían sembrado el terror y nadie quería acercarse. Los mismo compañeros de militancia tenían miedo también, al igual que nosotros mismos”, recordó Gladis.

La mujer no pudo contener el llanto durante las dos horas que duró su declaración. Entre lágrimas dijo: “Me destruyeron la vida porque teníamos un montón de proyectos con Carlos. La vida se nos fue pasando en una eterna búsqueda. Hoy estoy sola, porque nunca pude superar esto y volver a tener una pareja".

“En casa él no ha muerto”

Carlos Orlando Labolita vivió el secuestro y la desaparición de su hijo desde la cárcel. El 24 de marzo de 1976 un grupo de seis militares llegó hasta su casa y le comunicaron que tenían que detenerlo por averiguación de antecedentes. Esperaron que se vistiera, lo encapucharon y lo llevaron hasta la comisaría de Las Flores.

Al principio Labolita padre pensó que lo detenían por su actividad sindical. Junto a otros docentes intentaban formar un sindicato de base nucleado a Ctera en Las Flores. En el primer interrogatorio se dio cuenta que el objetivo era su hijo. “todas las preguntas eran sobre mi hijo: dónde vivía, cual era el teléfono, si sabía que era montonero”, declaró Carlos frente al tribunal oral federal.

Después de tres días en la comisaría, Carlos fue trasladado a la unidad penal 7 de Azul, allí lo ingresaron como preso político y gozaba de algunas “libertades” que no tenían los reos comunes.

En la cárcel se encontró con otros militantes de las Flores y la zona. Allí vio como un grupo de detenidos que estaban alojados en otro pabellón eran sacados de a grupos y llevados al regimiento del Ejercito de Azul. En algunos casos esas personas luego recuperaban la libertad pero en otros volvían a la celda muy torturados.

Labolita recordó que se enteró de la detención de su hijo por Rafael Amicone y José Viegas, dos militantes del sindicato Luz y Fuerza que cayeron presos. “Me dijeron que ellos venían con Carlitos pero que a él lo dejaron en el regimiento y que vieron cuando lo encapucharon y que Duret lo estaba esperando y que lo llevó a patadas para adentro del cuartel”, recordó el testigo.

Cuando Labolita padre recuperó la libertad, en 1980, se entrevistó con el chofer del camión en el que trasladaron a a su hijo junto a los dos gremialistas. El hombre le dijo que esa noche había desobedecido una orden porque él tenía que llevar primero a los sindicalistas al penal y luego a Labolita hijo al regimiento. El chofer dijo saber que Carlitos iba “a perder” entonces lo llevó primero para que los otros dos vieran donde lo dejaba y quien lo recibía.

Labolita se fue enterando de lo que ocurría con su hijo a través de sus hijas y su mujer que lo visitaban en la cárcel. De Carlos dijo: “era muy vivaz e inteligente. Siempre los hijos son lo mejor para los padres. Carlos era muy respetuoso y muy amante de la familia. Discutimos mucho por su orientación política porque yo era un maestrote la ‘vieja guardia’. Él me mostró los libros de Jauretche y Scalabrini Ortiz y descubrí el concepto de lo nacional”.

A más de 30 años de la desaparición de su hijo, Labolita asegura que “en casa Carlos no ha muerto”. Nunca se aferró a la ausencia, a la desaparición que “estos personajes (en referencia a los militares) copiaron de los militares franceses y norteamericanos”.

El testigo contó que armó una fundación en Las Flores y que trabajaron mucho para que haya un monumento que recordara a los desaparecidos de las Flores y la zona. “ese monumento es como su tumba porque el que muere tiene que estar en algún lugar”.La esposa de Labolita padre nunca pudo superar la desaparición de su hijo. Los problemas de salud se agravaron por la tristeza y murió. Antes pudo mantener un careo con el teniente coronel Alejandro Duret y lo reconoció como el hombre que comandó la detención de su marido y el secuestro de su hijo. Las hermanas de Carlos atravesaron toda su adolescencia sin su padre que estaba detenido y sin su hermano que continúa desaparecido

Audiencia 4

Caso Labolita: Audiencia 4

Hugo Saúl Ferray y Juan Roque Urraca aseguraron ayer, frente a los jueces que juzgan a dos militares por el secuestro, las torturas y la desaparición del militante peronista Carlos Alberto Labolita, que el coronel Alejandro Duret (56) –uno de los imputados- fue quien participó de su captura y los sometió a interrogatorios bajo tormentos. Por otro lado, el tribunal decidió no citar a la Presidenta de la Nación Cristina Fernández, ni a su marido como testigos en la causa.

Juan Roque Urraca ingresó a la sala de audiencias, pasadas las 18. Fue el cuarto testigos de la jornada. Frente al tribunal describió con detalle los siete días que pasó como detenido desaparecido durante la última dictadura cívico militar.

A principios de junio de 1977, Urraca se desempeñaba como administrador interino del cementerio de Las Flores, atendía su comercio en el centro de la ciudad y militaba en la JP junto con Carlos Labolita.

El testigo contó que el 2 de junio un grupo de militares llegaron en un camión del ejército y le solicitaron que los acompañara hasta el cementerio. Uno de los oficiales, un joven alto, rubio y de ojos claros, le preguntó cuales eran los trámites necesarios para enterrar a una persona. Urraca declaró que luego de la visita, supo por otros empleados municipales que la persona que andaba a bordo de un camión militar por el centro de Las Flores era el teniente Alejandro Duret.

Esa misma noche cuando Urraca llegó a su casa fue secuestrado por un grupo paramilitar. El testigo recordó que cuando salió junto a su socio de su comercio notó que dos Ford falcon, uno rojo y otro azul, los seguían.

Según su relato, los secuestradores estaban armados y cubrían sus rostros con medias de mujer. Fue subido en uno de los Ford falcon y se alejaron de sus casa. La primera parada fue en la casa de Hugo Ferray, un compañero de militancia de Urraca y de Labolita. A partir de ese momento el testigo se desoriento en el espacio. Sólo dijo que recorrieron un largo camino, pro hasta el día de hoy nunca supo donde estuvo.

Al llegar al lugar de cautiverio, fue engrillado y encapuchado. El primer interrogatorio al igual que los cuatro que siguieron, fueron bajo tortura: “Me acostaron desnudo en un catre me mojaron y me picanearon”. Le preguntaron por su militancia, por sus compañeros de la JP y si era Montonero. Cuando nombró a Carlos Labolita, la voz de su interrogador contestó: “no, boludo a ese ya lo tenemos”.

Urraca cree que estuvo detenido una semana. Un día lo sacaron del calabozo, lo subieron a un auto y lo dejaron atados de manos en la esquina de las calles 17 de Octubre y Perón, a las afueras de Las Flores.

La voz de Duret

Como último testigo de esta audiencia declaró Hugo Saúl Ferray, compañero de militancia de Labolita en Las Flores, quien también fue detenido de manera ilegal a principio de junio del ´77.

En su testimonio, que duró alrededor de 45 minutos, Ferray reconoció a Duret como la persona que le hacía las preguntas en las reiteradas sesiones de tortura a las que fue sometido.

En un relato desgarrador, recordó como en la noche del 2 de junio, al retornar de su trabajo, encontró sentado en el living de su casa a una persona encapuchada. Inmediatamente, fue encañonado con una pistola.

En ese momento recordó, que al llegar vio dos automóviles Ford Falcon –uno rojo y otro azul- estacionados en la vereda de enfrente. Los dos vehículos, al momento de ingresar a su casa, cruzaron y se estacionaron en la puerta. De ellos, bajaron cuatro personas más.

A punta de pistola le pidieron que se identificara para luego subirlo en la parte trasera de uno de los automóviles a golpes. De igual modo, fue recostado sobre el piso y a patadas le exigieron que no levantara la cabeza. “Me doy cuenta de que encararon para la Ruta 3 y observo –porque todavía no me habían encapuchado- que tomamos hacía el sur”, expresó el testigo y aclaró que se dio cuenta por un cartel de una estación de servicio YPF que hay en ese camino.

Luego de transitar alrededor de mil metros, descendieron por un camino de tierra donde lo bajaron y lo encapucharon, sin dejar de golpearlo. Además, Feray recordó que en ese momento lo picanearon con un dispositivo que conectaban al automóvil mientras otro de los secuestradores sugirió que lo “mataran y listo”. Allí se produjo un entredicho entre los captores y decidieron continuar la marcha que, por el tiempo estimado, Ferray estimó que se dirigían a Azul (100 Km aproximadamente).

Esposado, con las manos en la espalda lo bajaron por una escalera y lo dejaron solo por un tiempo que no pudo precisar. Allí, fue sometido a interminables sesiones de tortura en las cuales le aplicaban electricidad en su cuerpo mientras estaba engrillado sobre un elástico de metal. Además, fue sometido a tormentos psicológicos como simulacros de fusilamiento y amenazas que involucraban a sus familiares. “Si no hablás todo lo que estás viviendo vos lo va a vivir tu madre”, recordó que le decía una voz mientras continuaba encapuchado.

Durante la tortura Ferray recordó que una voz –siempre la misma- proveniente de una persona que se colocaba a su izquierda le preguntaba constantemente sobre si conocía a Labolita, Villegas y “Ciche” Medina. También le llamaba la atención que le preguntaran sobre si su sobrenombre era un nombre de guerra (desde la escuela primaria lo apodaban “El peje”).

Otro dato importante que aportó el testigo fue una idea del lugar donde estuvo detenido por aquellos días. Según expresó, mientras estaba en cautiverio, escuchaba constantemente ruidos de ferrocarril y un sonido característico de las maquinas secadoras de cereales. Con estos datos, años después Ferray pudo reconocer que el lugar de su cautiverio fue la Unidad Regional de la Policía Bonaerense.

Sin poder precisar cuanto tiempo pasó desde su captura, el testigo relató que fue liberado al borde de una laguna ubicada en cercanías de Las Flores.

El relato continuó haciendo hincapié en el coronel Alejandro Duret, remitiéndose a un hecho particular que llevó al testigo a asociar sus tormentos con la figura del militar. En una fracción de su declaración en la cual recordó que una vez liberado, mientras ayudaba a su padre –que era mayordomo municipal, a servir un chocolate en el desfile cívico militar de una fiesta patria (podría ser 9 de julio o 20 de junio) reconoció a su espalda la voz que escuchaba en las reiteradas sesiones de tortura. Cuando giró para ver quien era, un hombre flaco, alto y rubio; uniformado con una insignia de subteniente (estrella plateada) lo reconoció e inmediatamente se fue del lugar. Luego de consultar a otros empleados municipales sobre “qué militares iban habitualmente a la municipalidad” le contestaron entre otros el nombre del coronel Alejandro Duret. En ese momento el fiscal pidió al tribunal que el acusado se pusiera de pie para que el testigo pudiera reconocerlo. Ferray, giró su cabeza y luego de unos instantes, dijo estar casi seguro de que era la misma persona. También, en la oportunidad del desfile, reconoció estacionados frente al edificio municipal, uno de los automóviles Ford Falcon que participaron en el operativo de su secuestro. En ese momento, el dato fue confirmado por el padre de Ferray que en la noche del secuestro apuntó la patente de los automóviles.

El juicio continuará el próximo lunes a partir de las 10 con el cronograma previsto. El testigo que ayer no declaró y Pastorini (declarante en la audiencia del 8 de septiembre) fueron reprogramados para el martes 16 del corriente.

Néstor y Cristina no declaran

El tribunal oral federal decidió que la Presidenta de la Nación Cristina Fernández y su esposo Néstor Kirchner no declararán como testigos en la causa que se investiga el secuestro, las torturas y la desaparición de Carlos Labolita.

Por mayoría el tribunal compuesto por los jueces, Alejandro Esmoris, Carlos Rozansky y Nelson Jarazo decidieron no dar lugar al pedido de las querellas y el ministerio público fiscal para que el matrimonio presidencial comparezca como testigo en el juicio contra el general retirado Pedro Pablo Mansilla (77) y el coronel Alejandro Duret (56).

Los jueces Jarazo y Esmoris determinaron que los testimonios de Cristina Fernández y de Néstor Kirchner no constituyen “una prueba manifiestamente útil” para los hechos que juzgan en esta causa.

Por su parte el magistrado Rozansky, dejó en claro su posición a favor del pedido de las querellas y el ministerio público considerando que es “pertinente el pedido de llamar a declarar a Néstor Kirchner y a la Presidenta de la Nación.

Rozansky entendió que el matrimonio Kirchner no sólo compartió una amistad y la vivienda con Carlos Labolita sino que en los últimos días en La Plata fue Néstor Kirchner el que insistió para que Labolita no viajara a Las Flores a sabiendas del riesgo que corría su vida.

Por último, Ronzansky argumentó que los Estados están obligados a investigar seriamente los crímenes contra la humanidad perpetrados por el mismo Estado y que bajo esa premisa es necesario escuchar el testimonio de Néstor Kirchner y que la declaración de la Presidenta, quedara supeditado a lo dicho por su marido.

La solicitud para que el matrimonio presidencial sea llamado a comparecer frente al tribunal fue formulada por el abogado querellante Cesar Sivo, quien consideró que su testimonio podría ayudar a terminar de armar el cuadro probatorio expuesto por Gladis D’ Alessasndro, viuda de Labolita. Durante su declaración realizada el jueves, la mujer nombró en varias oportunidades a Néstor y Cristina Kirchner como la pareja de amigos que estuvieron junto a ella y su marido hasta que decidieron volver de La Plata a Las Flores.

El querellante en representación de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Rezses y el fiscal Daniel Adler habían adherido a la solicitud.

Audiencia 5

CASO LA BOLITA: Audiencia 5

Tres policías retirados y un militante de la Juventud Peronista de la localidad de Montes declararon ayer en la quinta audiencia del juicio al general retirado Pedro Pablo Mansilla (77) y al coronel Alejandro Duret (56) por la desaparición, la aplicación de tormentos y el homicidio del militante peronista Carlos Alberto Labolita desaparecido el 25 de abril de 1976 en Las Flores.
El policía Jorge Mario Sanguín tenía 21 años cuando la madrugada del 24 de marzo de 1976 un grupo de militares tomó la comisaría de Las Flores, a pocas horas de perpetrado el golpe cívico militar. Ayer frente al tribunal oral federal conformado por los jueces Alejandro Esmoris, Carlos Rozansky y Nelson Jarazo aseguró que Mansilla daba las órdenes en la comisaría y que Duret comandaba los grupos de tareas que operaban en Las Flores y en la zona.

Sanguín, hoy policía retirado de 55 años, narró que la madrugada del 24 de marzo de 1976, Alejandro Duret fue uno de los oficiales que tomó el control de la comisaría. Aseguró que los militares venían con una arrogancia muy grande y se llevaban por delante a los policías más jóvenes que no tenían jerarquía.


A partir del golpe de Estado, la comisaría sufrió algunas transformaciones. Según el testigo, el sector de los calabozos pasó a ser un área restringida a la que sólo tenían acceso los militares o los policías de mayor rango y las órdenes las daba el comisario Anibal Lista, que a su vez las recibía de Mansilla, jefe de la zona militar 125. "A nosotros nos decían cumplan esta orden porque el teniente coronel las pide", relató.

Sanguín nunca supo que pasaba en ese lugar pero re
lató que veía entrar militares y detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). También recordó que una vez pudo entrar al sector de presos y vio a Carlos Labolita padre y a los dos gremialistas de Luz y Fuerza, Viegas y Amicone. Pero aseguró que si bien sabía que Carlos Labolita hijo estaba detenido en los calabozos, nunca pudo verlo.

Por comentarios, de otro policía que, comandó el tras
lado de un grupo de presos a Azul, Sanguín supo que Labolita hijo fue llevado al regimiento 1 de Azul donde fue recibido por el teniente Alejandro Duret y que cuando le pidieron un recibo de entrega del preso, Duret dijo, "no, recibos acá no".

Por otro lado, comentó que los grupos de tareas compuestos por 12 ó 15 militares se encargaban de hacer los operativos y "la inteligencia" sobre algunas personas. También recordó que cuando esos grupos llegaban a la comisaría, los policías sentían temor porque muchas veces tenían que colaborar con ellos y si se negaban eran tildados de traidores y sufrían algunos castigos como traslados a otras dependencias o sumarios. Los integrantes de los grupos de tareas no llevaban su rango a la vista y se movilizaban en autos de civil. Consultado por sí sabía quién o quienes eran los responsables de esos grupos, Sanguín contestó: "Duret comandaba los grupos de tareas".

Un gran olvido


Jorge Mario Sanguín, aseguró durante todo su relato que no había visto nunca a Carlos Labolita hijo, detenido. Solo comentó que sabía –por comentarios- que estaba en los calabozos de la comisaría. Pero su declaración realizada el 19 de marzo de 1984 en el juzgado federal de Azul contradice sus dichos. Según aquel testimonio, la tarde del 25 de abril el inspector Jorge Oscar Pastorini llamó por teléfono en presencia de Sanguin, al coronel Mansilla para preguntarle si todavía le interesaba la detención de Labolita hijo y que sabía donde se encontraba. El oficial colgó el teléfono y le ordenó a Sanguín que lo acompañara a la casa de la familia Labolita para detener a Carlos Alberto, orden que el joven policía cumplió. Además dijo que Labolita fue ingresado esa noche a la comisaría como detenido a disposición del área militar 125.

Ayer, frente al tribunal oral y 24 años después de aquel testimonio, Sanguín no sólo negó haber dicho eso sino que negó haber declarado ante la justicia. "Yo no fui a detener a Carlos Labolita. Me resulta irrisorio que yo haya declarado que
fui a detenerlo", aseguró el ex policía, tal vez aconsejado por un abogado.

La madrugada del traslado

Dos policías que declararon ayer en el juicio por el secuestro y homicidio Carlos Labolita aseguraron que trasladaron a la víctima, en calidad de detenido, al Regimiento de Azul, donde prestaban servicio los militares represores que son juzgados por este hecho: el general retirado Pedro Mansilla y el coronel Alejandro Duret.
Uno de esos policías, Juan Carlos Blanco, de 62 años, integró el grupo que trasladó a Carlos Labolita desde la comisaría de Las Flores al área de Inteligencia del Regimiento de Azul, donde era jefe Mansilla.


Blanco declaró que Labolita fue trasladado junto a dos sindicalistas también detenidos ilegalmente, aunque a estos dos últimos los llevaron directamente al Penal de Azul, luego de dejar en el Regimiento a Labolita. También recordó que surante el viaje de Las Flores a Azul un auto los siguió todo el camino. Incluso cuando pararon para que los preso pudieran hacer pis y fumar un cigarrillo el auto también se detuvo.

A cargo del operativo de traslado estuvo el entonces oficial subinspector Pedro Jorge Cinalli, quien cumplía funciones administrativas en la comisaría de las Flores, donde estuvo alojado Labolita entre el 25 y el 27 de abril.


Cinalli declaró que el entonces comisario de Las Flores, de apellido Lista y ya fallecido, le dio "verbalmente" la orden de traslado de Labolita y los sindicalistas detenidos, precisándole que tenía que dejar al primero en el área de Inteligencia del Regimiento y a los otros en el Penal.
Cinalli dijo que Labolita fue recibido por dos oficiales que inmediatamente lo encapucharon, y que no le dieron ningún recibo ni documento que acreditara la recepción del detenido.

Si bien en su declaración realizada el 14 de agosto de 1984 en el juzgado federal de Azul, Cinalli dijo que en la guardia del regimiento de Azul, Labolita fue recibido por el teniente Duret, ayer dijo no recordar a que persona le entregó la custodia del preso.

"Me preguntaban por Carlitos"


El último testigo de la quinta audiencia del juicio por el secuestro, las torturas y la desaparición de Carlos Labolita fue ex militante de la Juventud Peronista de Montes, localidad que también quedó bajo el área operativa de Azul, Roberto Pedro Montenegro, quien fue detenido y torturado en agosto 1976.


Un grupo de cinco personas ingresó a la casa de Montenegro el 22de agosto. A punta de escopeta, lo esposaron, lo encapucharon y se lo llevaron el un Ford falcon rojo. El ex militante peronista cree que pasó por la comisaría de Montes y que después fue llevado a la unidad regional de la policía de la Provincia de Buenos Aires en Azul.

Montenegro manifestó que conocía a Labolita y que en las sesiones de tortura de todo tipo a las que fue sometido, le preguntaban insistentemente por la presunta participación de "Carlitos" en atentados o hechos delictivos. En uno de los interrogatorios le preguntaron si habían participado del secuestro del alemán –un empresario de Montes que tenía mucho dinero que nunca sufrió secuestro alguno.

Montenegro sufrió arduas sesiones de picana eléctrica, "submarino seco" y golpes en todo el cuerpo. Después de cinco días fue liberado en Las afueras de Las Flores. Nunca supo quien fue su interrogador, lo único que recuerda es que tenía un lunar o verruga en la mejilla izquierda.